Todavía existen muchas incógnitas sobre las causas que provocan el desplazamiento de la oscilación del Atlántico Norte (NAO, por sus siglas en inglés) —un fenómeno climático decisivo en el hemisferio norte— hacia el este y el oeste de Islandia. Hasta ahora, algunas hipótesis sugerían que este proceso conocido por la comunidad científica internacional podría estar relacionado con el impacto de los gases de efecto invernadero en el planeta.
Ahora, un estudio publicado en la revista
Npj Climate and Atmospheric Science revela que el desplazamiento de la NAO podría ser una consecuencia de la variabilidad natural del sistema atmósfera y no de los efectos antropogénicos que alteran la climatología mundial. La nueva investigación la dirigen los expertos María Santolaria-Otín y Javier García-Serrano, de la Facultad de Física y del Grupo de Meteorología de la Universidad de Barcelona.
¿Por qué se mueve longitudinalmente la NAO?
La oscilación del Atlántico Norte fue identificada por primera vez a principios del siglo XX, aunque sus consecuencias eran conocidas por los pobladores del norte de Europa con bastante anterioridad. La NAO es uno de los fenómenos de variabilidad climática que más ha estudiado la comunidad científica. No obstante, todavía se desconocen muchos aspectos relacionados con la dinámica y los procesos que controlan su variabilidad, temporal y espacial, y también se siguen debatiendo las evidencias sobre sus tendencias en el pasado y las que se esperan para el futuro.
Javier García-Serrano, profesor del Departamento de Física Aplicada de la UB, detalla que «la atmósfera es un sistema fluido y muestra un comportamiento muy caótico e impredecible. El estudio revela que podemos descartar algunos factores que explican esta característica de la NAO, en concreto, el forzamiento radiativo antropogénico —es decir, el impacto de los gases de efecto invernadero— o el acoplamiento con el océano. Los factores que podrían ayudar a entender estos desplazamientos de la NAO son, por ejemplo, la interacción de los vientos con la orografía o el contraste tierra-mar. Ahora bien, sería preciso ampliar las investigaciones para confirmar estas hipótesis».
A escala global, los efectos de este desplazamiento de la NAO serían probablemente reducidos, aunque podrían afectar a la variabilidad del hielo marino del Ártico y, en consecuencia, a otras áreas remotas del planeta. Según las conclusiones, este proceso no llegaría a modificar las tendencias de calentamiento global antropogénico.
Los efectos a escala regional serían más importantes, ya que la NAO explica aproximadamente la mitad de la variabilidad climática en el área del continente europeo y el Mediterráneo. «No obstante, su impacto en las predicciones y proyecciones futuras sería sobre todo de modulación de las tendencias de cambio climático en determinados periodos», apunta García-Serrano.
En este contexto, el equipo de la UB ha realizado y analizado simulaciones en un periodo de 500 años con un modelo climático global. María Santolaria-Otín, investigadora posdoctoral y primera autora del estudio, explica que «aplicando esta metodología innovadora, ha sido posible aislar los efectos del forzamiento radiativo y del acoplamiento con el océano y obtener, así, unas conclusiones que son imposibles de alcanzar únicamente con datos observacionales».
La NAO se considera uno de los patrones de variabilidad de baja frecuencia (teleconexiones) más influyentes en el clima del hemisferio norte. En este escenario de retos, el equipo de la UB continúa ampliando las investigaciones para entender qué factores controlan los desplazamientos de la NAO y sus efectos remotos (teleconexiones) en el contexto de la climatología global.