El fraude y las prácticas de investigación cuestionables parecen estar cada vez más extendidos entre la comunidad científica. Esto influye directamente en la confianza pública en la ciencia, en la calidad de las investigaciones y en el uso efectivo de los fondos para investigación y puede incluso tener consecuencias negativas para la población en función del campo de estudio. Pero
¿cuál es la prevalencia real del fraude científico? ¿Cuáles son las causas detrás de su aumento en los últimos años? ¿Y cuál es la respuesta institucional frente a este?
Estas son algunas de las preguntas que trata de responder el catedrático
Eduard Aibar, de los
Estudios de Artes y Humanidades y miembro del grupo de investigación Filosofía para los Retos Contemporáneos (
MUSSOL), de la Universitat Oberta de Catalunya (
UOC), en sus recientes trabajos publicados en
abierto.
Las causas detrás del fraude científico
En los últimos años, se ha incrementado el interés de la comunidad científica y del público general por el fraude científico. Los casos más llamativos
han aparecido en los medios de comunicación generalistas y el número de estudios y publicaciones sobre estos temas se ha multiplicado en todo el mundo. Además, dentro de la comunidad investigadora se han creado congresos y revistas especializados en la temática, así como iniciativas para la detección y denuncia de las malas prácticas.
"Definir el fraude científico no es sencillo. Por un lado, hay una definición clásica estándar que lo resume como
la manipulación e invención de datos o resultados y el plagio", explica Eduard Aibar. "Pero, por otro lado, han aparecido nuevas prácticas que no tienen tanto que ver con el contenido mismo de la investigación, sino con la manipulación de las métricas sobre la producción científica, como autorías fantasma, adulteración de los índices de impacto de las revistas, cárteles para asegurar citas o falsas revisiones".
Para el investigador, hay dos formas de analizar este fenómeno. Por una parte, podemos pensar que está provocado por un pequeño número de científicos que, como en otros campos y profesiones, cometen fraude. Pero, por otra, podemos verlo como
un síntoma de que existen ciertos fenómenos estructurales en la ciencia contemporánea que incentivan este tipo de comportamientos. En este último caso, las causas más importantes están en el propio sistema de evaluación, que premia la productividad y el impacto por encima de la calidad y contribuye a que los investigadores se vean presionados para publicar más y más rápido. Los cambios en el actual ecosistema de publicación son también un elemento para tener en cuenta.
"Además, creo que hay cosas quizá más profundas que tienen que ver con
el clima acelerado de la investigación científica actual, provocado, en parte, porque hay ciertas lógicas de mercado que se han introducido en el ámbito de la ciencia. Una investigación más acelerada busca generar cuantos más
outputs posibles para obtener más impacto y recaudar más fondos de investigación", añade Aibar. "Más que una única causa, lo que hay es una concatenación de factores generales y, también, de fenómenos más locales".
¿Está aumentando el fraude científico?
A pesar de las dificultades para acotar el fraude científico y las prácticas de investigación cuestionables, existen claros indicios que señalan
un aumento destacable de las malas prácticas en los últimos años. El primero de ellos, y el más evidente, está relacionado con el crecimiento del número de artículos retirados de las revistas científicas. En 2023, se
retiraron más de 10.000 artículos. Aun teniendo en cuenta el aumento de publicaciones científicas, esta cifra supone tres veces más retiradas que hace una década. Además, hay que considerar que las revistas son, en general, muy reacias a retirar artículos, porque daña su reputación. De hecho,
hay estimaciones que indican que el número de
papers retirados debería ser veinte veces más alto.
"Además, existen otros indicadores. Por ejemplo, últimamente se han hecho multitud de encuestas entre científicos de muchos países diferentes y sus resultados muestran que
el fraude ya no es un fenómeno residual, sino que está creciendo", subraya el investigador de la UOC.
El último metaanálisis (un estudio de estudios) publicado sobre el tema analizó los datos de 43 encuestas realizadas entre 1992 y 2020: del total de 23.228 investigadores participantes, un 2,9 % admitía haber cometido falsificación, manipulación o plagio, y un 12,5 % reconocía alguna otra forma de práctica cuestionable. Además, señalaban (en porcentajes aún más elevados) conocer conductas similares en otros compañeros de profesión.
Soluciones para poner freno al fraude en la ciencia
Las consecuencias del fraude científico y las malas prácticas son muchas. En primer lugar, perjudican al propio funcionamiento de la investigación, ya que los resultados erróneos contaminan el registro científico sobre el que otros investigadores construirán en el futuro su trabajo. También generan
una pérdida de confianza del público en general y, además, pueden tener consecuencias sobre la vida de las personas. "En biomedicina, que es el ámbito de investigación actual más importante en términos cuantitativos, estas conductas pueden tener un efecto indirecto sobre la salud de muchas personas que se ven afectadas porque, por ejemplo, los medicamentos o las curas propuestas para una enfermedad no son efectivos", señala Eduard Aibar.
A pesar de la gravedad del asunto, las soluciones no son sencillas. Algunas de las que se están poniendo a prueba son
la creación de comités de integridad con capacidad de sancionar las malas prácticas y no solo de hacer recomendaciones. Estos comités deben ser también independientes y transparentes. Para abordar los aspectos más estructurales del problema, concluye Aibar, es necesario diseñar otro tipo de estrategias, más allá de la elaboración de códigos éticos, y cuestionar la visión productivista de la actividad científica, así como otros fetiches contemporáneos asociados a esta, como el impacto o la excelencia.
Esta investigación favorece el objetivo de desarrollo sostenible de la ONU: 8, Trabajo decente y crecimiento económico.
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