La Universidad Carlos III de Madrid (UC3M) ha elaborado un estudio que pone de manifiesto el deseo tiene la sociedad española de contar con mecanismos que aseguren la veracidad de las noticias que reciben a través de los medios de comunicación en temas de salud. Esta demanda, además, ha demostrado ser una preocupación compartida de la ciudadanía, ya que ni la edad, ni el sexo, ni la clase social resulta determinante en la respuesta ciudadana.
“El problema es que esta petición de control externo que demandan las personas contrasta con la libertad de expresión y con el derecho a la información —recogido en el artículo 20 de la Constitución Española— que prohíbe cualquier acto de censura en la actividad periodística”, explica Carlos Maciá-Barber, miembro del Dpto. de Comunicación de la UC3M y autor del estudio.
No obstante, el investigador comenta que existen soluciones intermedias que podrían basarse en la corregulación, es decir, en la creación de unos órganos de supervisión integrados por periodistas (asociaciones, sindicatos) y expertos (juristas, sociólogos, representantes institucionales y ciudadanos). Esto podría mitigar las reservas que parte de la sociedad mantiene hacia los medios de comunicación, especialmente en temas sensibles como la salud pública, ya que, según otro dato obtenido durante la investigación, solo el 60% de las personas que participaron en el estudio afirmaron creer que el periodismo buscase la verdad.
“Está claro que si los periodistas quieren evitar injerencias externas, deben extremar la autorregulación y contar la verdad con honestidad y rigor profesional, puesto que en un contexto de postpandemia, garantizar la veracidad informativa es fundamental para proteger no solo el derecho a la información, sino también el derecho a la salud, dos pilares esenciales en una sociedad democrática”, puntualiza Carlos Maciá-Barber.
El estudio, basado en 1.800 entrevistas online a escala nacional y publicado recientemente en la revista científica Frontiers in Communication, refleja así mismo, la necesidad de aprender a combatir la desinformación y las fake news desde edades tempranas, puesto que la percepción que las personas tienen sobre la manipulación informativa varía en función de la edad. Por ejemplo, la investigación revela que los adultos se sienten más confiados a la hora de reconocer la verdad periodística: “Esto ocurre porque el consumo de medios de comunicación es mucho más elevado entre la población adulta que, por lo general, posee una formación relativamente alta y se siente capaz de discernir dónde está la verdad y dónde está la mentira”, explica el autor de la investigación.
“Y precisamente por esa autopercepción de fortaleza frente a la desinformación, los adultos verifican menos las noticias que les llegan a través de los medios o de las redes”.
A su vez, los resultados muestran que los jóvenes son más conscientes de su vulnerabilidad y, por ende, se aseguran más de si la información que reciben es verídica o no. “Esta escasa disposición de bastantes adultos a contrastar los mensajes que reciben, especialmente en temas de salud, puede suponer un riesgo muy grande. Por lo tanto, hay que evitar recurrir al doctor Google y a la enfermera Wikipedia. Los bulos en redes sociales pueden costarnos la vida”, concluye Carlos Maciá-Barber.
https://youtu.be/xY3icTqdqc0